domingo, 28 de septiembre de 2014

Viaje al Retiro

Hoy compartimos un fragmento del "Libro de los viajes o de las presencias" escrito por Fernando González y publicado en 1959


Imagen tomada del sitio Corporación Otraparte:

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VIAJE AL RETIRO

El camino es una carretera hermosa que se trepa de la cima de Las Palmas, yendo de travesía de Medellín; luego va recorriendo la meseta gruesa y ondulada, por entre sietecueros y amarraboyos florecidos, villas envidiables de gente rica, silencio, paz, aire fresco que llega al fondo de los pulmones; y coge un suave descenso hasta Los Salados, y se mete por último en la carretera del valle del Retiro, que, si hubiere paraíso en la tierra, ese es. Por lo proporcionado al hombre de risueño valle, por el agua cristalina del riachuelo, por los verdes titilantes de sus yerbas, arbustos y árboles; por los colores como más radiantes de las flores; por lo proporcionadas al ojo, al pie y al espíritu de sus colinas… en fin, entendí que este hombre tiene refugio.

Todo se encuentra a unos 1940 metros de altura; 16 grados de temperatura, aire seco. Es lo más semejante (pero mejor) que hay en el mundo a los rincones que tienen las provincias vascongadas. Cuando por allá hay primavera, y siempre en El Retiro, ver aquello y ver esto es como ver dos hermanas hermosas, pero la una mejor, porque siempre tiene juventud, y por allá hay invierno. Es tierra bendita, aurífera, y su vallejuelo es aluvión que fue muy trabajo. Pinos, eucaliptus, maizales, en valles y laderas, y, alto, la bellísima vegetación de tierra fría antioqueña. Criadero de buenas gentes y de vacas ágiles y flacas. El lecho de sus aguas es de trozos blancos de cuarzo, que es la casa del oro. Por eso, el antiguo nombre era El Guarzo.

El poblado es limpio, tiene casonas de patios florecidos, ventanas amplias, zaguanes anchos, maderas finísimas y, dentro, señoras viejas, arrugadas, las viejas de las antiguas familias mineras, que no quisieron irse con sus hermanos ricos para Medellín. Poseían esclavos negros tratados como hijos. Aun celebran “la fiesta de los negritos” y estos vienen desde Remedios y Zaragoza a donde se fueron sus abuelos al agotarse el venero aurífero.

La finca y casa de los Ochoas está al principiar la pendiente occidental que enmarca el valle, a unos 4 kilómetros del río. Casita moderna, de ventanales de vidriera, por donde entra la luna libremente.

Fue edificada por quien sabía que no hay noche para el que tapa el cielo infinito, infinitamente poblado. Una novilla de poderosas nalgas, en la mangada de yaraguá; un gallinero, huerta, pinos, eucaliptus y plantas de jardín que bordean la casa.

Paz! Esta es la palabra. 

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